DANTE NAPOLEÓN PINO ARCHONDO
No somos mayoría, lo reconozco. Si me apuran, diría
que un 20 por ciento de la pirámide poblacional de los 18 a los 70, los que
vemos con preocupación lo que acontece en nuestra tierra, en esta Pachamama que
nos vio nacer.
Estamos mas de diez años en un proceso de decadencia de
nuestra cultura, economía y vida política, y son tantos años, que tal parece
que este proceso se ha convertido en parte nuestra. Ya ni nos damos cuenta,
simplemente lo asumimos como algo normal. Y no lo es.
Desde lo más alto del poder, es decir del gobierno,
nos cae como una cascada de agua sucia todos los ejemplos de conducta social
que se pueden tener: desinterés por el trabajo, figuración, corrupción al por
mayor y menor, mentiras, engaños y falsedades para ocultar la verdad, demostración
descarada del uso público en beneficio personal, amenazas y persecuciones judiciales,
amedrentamiento a los medios de comunicación, irresponsabilidad en lo que se
administra, todo en nombre del llamado proceso de cambio, revolución
democrática-cultural, lucha por los pobres y descolonización.
Estos ejemplos de cómo no deberían hacerse las cosas, es
asumido, como la única manera de hacerlas. El que no las practica es por tonto,
por hecho al decente o al honrado y del cual todos se ríen, porque saben que al
final formará parte del rebaño.
Así vamos retroalimentando como sociedad la decadencia.
Enseñando a nuestros hijos, de boca para afuera, que esas cosas no se hacen,
pero demostrándoles que las hacemos.
Entonces bregar a diario señalando una y otra vez la
inconducta, la irresponsabilidad, la mentira, la injusticia, la corrupción,
comienza a ser una tarea pesada y a sentirse como un deber absurdo. ¨Nos hace
pensar, que es una pérdida de tiempo. Y eso es lo que esperan de nosotros.
Cansarnos es una manera de ingresar a formar parte del todo y, lo peor, a ser
parte del todo.
Es que tener que oír, leer o mirar, a personas que no
tienen una formación mínima pero que opinan, dan directivas de conducta, y lo
más grave, gobiernan, legislan e imparten justicia, nos obligan a no dejar de
formar parte de la minoría.
Sus mezquindades humanas son mostradas como conductas
políticas, sus mentiras como hechos ciertos, su corrupción como errores y
descuidos, sus complejos sociales, como actos de reivindicación histórica, la inclusión,
como derecho a ser funcionario público, el cargo público, como derecho a enriquecerse,
y la actividad ilegal, como forma de vida merecida.
Así toma cuerpo un proceso de decadencia social. Así
se termina con una sociedad hambrienta de libertad sin fronteras, democracia
plena e irrestricta y justicia transparente y segura.