BOLIVIA ENTRE GOLPES Y FRAUDES
DANTE NAPOLEÓN PINO ARCHONDO
En el día de la patria, como todo
boliviano, me uní a los actos de festejo que se hacen con motivo de la ocasión.
Así que usando el Facebook di con la transmisión que se hizo desde el reciente hemiciclo
parlamentario, donde ¡oh! sorpresa el audio me remitía a gritos de golpe y
fraude emitidos por los asambleístas, (así se les dice ahora a los
congresistas) mientras el pobre David Choquehuanca pedía, imploraba, gemía por
un poco de calma y serenidad. Golpistas eran los opositores y fraudulentos los
oficialistas. En medio de la gritería pude oír algo así como “¡no tenemos miedo
carajo!”
La historia, dicen, la escriben
los vencedores. Los vencedores de hace un año eran los opositores de ahora, los
vencidos de ayer son los vencedores de hoy, y, qué creen?, pues que los unos y
los otros tienen su historia escrita. La diferencia - lean bien esto - es que los
que representan en la Asamblea a los vencidos de hoy, vivieron los sucesos, que
los vencedores ahora quieren negar. Si no entendió, yo lo comprendo. Esto,
estimado lector, es Bolivia.
Dicen que Bolivia es la creación
de unas cabezas, que, en medio de la horrorosa guerra de la emancipación vieron
la oportunidad de ser cabeza de ratón para evitar ser cola de león. Y el Alto
Perú se desmembró del Perú y esas cabezas que vivían entre el virreinato de
Lima y el de La Plata, convencieron al Libertador Antonio José de Sucre, que
convenciera, a su vez, al Libertador Simón Bolívar, que aceptara la
independencia de estas provincias del Perú.
Desde entonces Bolivia es una
república que se debate entre el ser y no ser de su mezcla étnica y cultural,
entre el grito de libertad, que parece estar negada por los dioses andinos, ofendidos
por la espada colonial y la búsqueda de un “destino común” que se diluye entre un
curioso retorno al pasado y visiones de futuro que no logran encontrarse.
Nos enseñan que la republica fue
la continuidad que los herederos de la encomienda se encargaron de sostener, y
que los desheredados se encargaron de acabar el año de 1952 después de retornar
de una guerra, donde el apetito petrolero enfrentó a dos países pobres. Fue esa
revolución la que terminó con el pongueaje, la servidumbre y la exclusión. Tuvieron
que pasar 53 años, desde entonces, para que un indígena salido de las tierras
del altiplano orureño ganara unas elecciones y asumiera la presidencia de la
república.
Podríamos decir que los ríos de
la encomienda y los desheredados se juntaron en ese momento. Sí, fue así. Pero
ese encuentro no ha encontrado su cauce, estamos en el momento justo del choque
inmenso de esas aguas turbulentas cargadas de historia.
Para unos la historia comienza el
año 2005 y para otros es la continuidad de lo vivido, nada mas. Y los vencedores
de hoy quieren escribir lo suyo, negando sus errores, exactamente igual que los
vencedores de ayer. Por eso los gritos de Golpe y Fraude parecen resumir lo que
los bolivianos han tenido desde aquel 6 de agosto de 1825.
Una sucesión de golpes de Estado
y una historia repleta de fraudes, cartas marcadas y traiciones, donde los
encuentros han sido pausas para respirar y recuperar fuerzas que vuelvan a la
confrontación en la búsqueda de ese ser y no ser, de ese pasado que nos retiene
y de ese futuro que nos negamos.