DANTE N. PINO ARCHONDO
Ya es una constante que el
gobierno, como hace 14 años atrás, tenga una lamentable falta de transparencia
en la publicación de cifras oficiales relativas al comportamiento de la
economía nacional. Esta falencia la cubre con suficiencia, técnica y probidad
profesional la Fundación Milenio que dirige Henry Oporto. Gracias a su
publicación Sobre la Economía de Bolivia que analiza el comportamiento de los
últimos dos semestres de año 2020 podemos tener, ahora, información que nos
permita analizar su contenido y dar a conocer nuestro criterio.
Así como el informe del GIEI
(Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes) tiró por la borda el
cuento del golpe de Estado inventado desde el vientre del narcotráfico en el
Chapare, el informe de la Fundación Milenio destroza la acusación infame que el
presidente Arce hace al gobierno transitorio de la señora Añez como la causa
primaria de los resultados que la economía está confrontando.
El panorama económico nacional no
pinta bien. Así de duro. Estamos ante un precario equilibrio macroeconómico.
Cualquier situación interna o externa que se produjera, tendrá graves
repercusiones sobre la economía nacional. El déficit fiscal que estamos
enfrentando es el mayor de todos comparado con años anteriores, se incrementó
en 57 % entre el 2019 y 2020, alcanzado los 4.6 mil millones de dólares. El
Informe nos dice que este resultado es el producto de una disminución de los
ingresos nacionales en el orden del 20%, ante una contracción del gasto del 8
%.
Tales resultados tienen una
historia larga de desaciertos y de dependencia de precios externa. No es cierto
lo que pregona el presidente Arce de que fueron 11 meses de gobierno
transitorio los que produjeron esto. La pandemia contrajo las importaciones
mucho más que las exportaciones, y, paradójicamente ayudó a que el déficit no
fuera mayor en el sector externo. Son el gas y los minerales los que golpean al
sector exportador por efecto precio y volumen. El gas con mercados
restringidos, sin mayores reservas y precios mas bajos, esto no sucedió en 11
meses, es la penosa ausencia de una política hidrocarburífera durante el
gobierno de Evo Morales, y que continúa hasta el presente.
Déficit fiscal, exportaciones
limitadas y con menores precios internacionales, ausencia de políticas que
incentiven las inversiones, triste recuperación de la producción privada, que
está mostrando desempleo, informalidad, subempleo, hacen urgente la inyección
de inversión externa, que tiene horizontes muy lejanos, debido al
empecinamiento en hacer del Estado el único motor de expansión económica.
Marchamos al revés. El gobierno
persiste en agrandar el Estado, cuando sus fuentes de ingreso han caído, de 603
mil millones de dólares a 238 mil millones. En vez de liberar la economía e
incentivar la inversión, hace lo contrario. Mantiene empresas públicas
deficitarias, sostiene proyectos sin mercado ni capacidad financiera,
multiplica bonos que no tienen sostenibilidad acelerando el impacto sobre la
precaria estabilidad económica actual y sigue derrochando recursos escasos en
obras que no tienen un impacto multiplicador en la economía.
Hasta ahora, el gobierno no ha
dicho:
-Qué es lo que quiere hacer
-Cómo lo hará
-A quienes beneficiará
Tres preguntas que los bolivianos
exigen conocer. En vez de responder a esto, el señor Arce se dedica a acusar a
un gobierno de 11 meses de todos los penosos resultados de los cuales fue él,
autor, encubridor y cómplice.
La economía boliviana está a un
tris de caer en una espiral de: gasto, endeudamiento, emisión de dinero
inorgánico, inflación y perdida del poder adquisitivo de los salarios. En medio
de esto, la prioridad resuelta desde el gobierno se llama: habilitación
política, a cualquier costo, de Evo Morales Aima. Es decir, la economía de los
bolivianos importa menos que la ambición desmedida de poder del jefazo del
presidente Arce.