DANTE NAPOLEON PINO ARCHONDO
Cada octubre hay un escenario. Cada octubre se
producen hechos que de alguna manera significan para los bolivianos un parteaguas,
al menos desde 2003.
El derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Fue un hecho que ahora 19 años después, con la cabeza fría y la mirada serena,
podemos decir que, cuando menos, ha cumplido con las advertencias que el último
presidente de la democracia republicana hizo. Remarco las más importantes.
- “La democracia está bajo el asedio de grupos
corporativos políticos y sindicales que no creen en ella y que la utilizan
según su conveniencia”
- “La desintegración nacional, el
autoritarismo corporativista y sindical y la violencia fratricida”
Pues eso. Bolivia ha caído en las manos de
grupos corporativos sindicales, cuyo eje central está en el Chapare y tiene
como conductor al señor Evo Morales Aima.
Autor del proceso que desconoció a la
República y la substituyó por el Estado Plurinacional, con una constitución
política aprobada entre bayonetas y por personas que no tenían las atribuciones
para hacerla.
Conductor de hechos fratricidas desde el año
2009, en Sucre, Cochabamba, Potosí, Pando y Santa Cruz.
Socio activo de las dictaduras oprobiosas del
continente: Cuba, Venezuela, Nicaragua, apoyado por Lula Da Silva del Brasil y
el kirchnerismo argentino, ampliado ahora al gobierno mexicano de López
Obrador. Ha ejecutado, ordenado asesinar y apresar a ciudadanos extranjeros y
nacionales.
En cuanto a los resultados económicos, el
desastre es mayúsculo. La suerte de las circunstancias le dio precios
internacionales para las materias primas (el gas) mas altos de los últimos 50
años, recibió una economía con la deuda externa condonada en un 90 por ciento,
estabilidad monetaria y financiera, crecimiento del producto promedio del 4 por
ciento anual, empresas públicas capitalizadas y un marco de confianza
internacional aceptable.
Todo esto fue destrozado en 14 años, en los
que se derrocharon más de 50 mil millones de dólares en la restitución de las
empresas capitalizadas a manos del Estado, se crearon 31 nuevas empresas públicas,
sin estudios de factibilidad, de mercado y de capacidad tecnológica, solo para
dar curso al infantilismo de izquierda enquistado, gastando más de 2 mil
millones de dólares en su implementación y obligando al Banco Central a
otorgarles créditos para que se sostengan. Retornó el endeudamiento externo y
se usaron las reservas internacionales para sostener el gasto fiscal, las
importaciones ilegales y legales, repagar la deuda externa. Lo cual ha dejado
la economía boliviana en un estado de retorno al pasado que los gobiernos de la
democracia trataron de superar.
Debemos sumar a lo dicho la siembra de odio
racial que se ha producido, generando, como nunca, una grieta entre los
departamentos del occidente y oriente, con el afán de establecer un control
territorial que le permita encubrir las operaciones del narcotráfico y
establecer bases sociales estratégicas que le permitan la conversión de la coca
en cocaína fuera del Chapare.
Estos son los tristes resultados del
derrocamiento producido el año 2003.